Reconstruye e inventa un nuevo espacio donde habitar cada mañana. Saca del armario el disfraz semanal, lo contempla durante un instante, y se lo coloca de memoria, con el pulso firme, y la luz apagada.
Visita el cuarto frío y blanco que aún contiene a la magia. Adrenalina triplicándose a velocidad galopante, le atraviesa las venas y los poros. Finge parsimonia ante la certeza: “ha llegado la hora del día que más odias, procura maquillar la nobleza que aniquilaste antaño librando cacerías interminables” Rabiosa.
Perfume kármico y los labios renovados, listos para quitarle motilidad a las palabras duramente asfixiadas; sólo pronunciarán aquello que hasta sus oídos se obligan a escuchar. Mantras no rezados.
Las ve pasar de a miles, una a una por las calles, pero no les concede atención, las devora con silencio aterrador, y entonces, sabe con certeza que no puede pasar inadvertida ante ellas. Victoria delirante.
Excelente... muy Pizarnik, crudisimo.
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