Todo este pateticismo del amor eterno atravesado por inestabilidades estables, me causa risa, me río de mí, de nosotros, pero especialmente de mí. Qué mente creativa tengo, me permite inventarme un refugio deshabitado en el lejano más acá; me impulsa a fabricarme unos hombros sin sujeto, un oído sin martillo, yunque ni estribo; una espalda que jamás soportó al Cristo cayéndose. Y juego entonces a creer-me todas mis creaciones. [No mires ni toques el abismo, no otra vez]
Como también me he adherido y soy militante del apego emocional que siempre me había espantado. Ahora estoy totalmente jodida y pegoteada. Enredada en la telaraña de Alicia en el país de las Inmundicias, viajo narcotizada en este bosque profundo, lleno de altos árboles, rocas, vegetaciones abundantes, algunas, pocas, ninguna, flores silvestres. Me ahogo de a ratos en este paisaje. Mi nariz no puede respirar el inexistente aire. Sangro. Sangro. Voy a reventar, voy a inmolarme, pero no ocurre. Nunca.
Y me sigo riendo.
¿Cómo se me ocurre ilusionar que hay algo de belleza en esta parafernalia?