Te acomodas junto a mí pero no puedes contemplar mi alma que no cesa de reflejar todo el barro, toda la tristeza y este cansancio infinito.
Dueles cada vez que la angustia aflora sobre la piel herida, temes acariciarla, respirarla, no te animas a espiar. Pero amor, ¿cómo comprenderás si no hay sangre? Debo sangrar. Tengo que sangrar para reparar. Más estigmas para no olvidar. Mírame ahora que estoy rebanándome entera. Necesito que lo entiendas.
El Cristo está cayendo encima de la espalda y estas piernas, que ya no dominan el arte del equilibrista desequilibrado, se van desvaneciendo hasta besar la tierra; los labios imploran un instante de levedad, el cuerpo reza por levitar.
Protège Moi
Protège Moi
Protège Moi
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